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Había entrado a la ducha. Me estaba duchando, pensativa, estaba tan concentrada que no me había fijado que Theo estaba parado a la entrada de esta, observándome como si fuera la séptima maravilla.

—Hola hermosa, no quería asustarte.

—¡Theo! ¿Acaso me estás acechando?

—No, solo pasaba por aquí.

—¿Ah si? ¿Por la ducha? ¿Qué ocurre?

—Nada, quería verte. ¿Puedo acompañarte? Prometo que esta vez será solo compañía.

Asentí y entró a la ducha.

—Me encanta tu cabello, tan largo, tan sedoso. Al igual que tus ojos.

—A mí me gustas tú, Theo.

—¿Quieres que te ayude a bañarte el cabello, hermosa?

—Sí.

—Quiero qué nuestras hijas hereden tu cabello y ojos cuando menos —susurró a mi oído.

Me quedé en silencio, me dejé llevar por su suave masaje a mi cuero cabelludo, se sentía alivio, relajante. Theo se acercó, sentí su miembro en mis glúteos.

—No es con intención —aclaró—. Es normal, esta vez no quiero sexo, aunque si quieres está bien, quiero estar aquí contigo, ducharnos juntos.

—¿Crees que pued
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