96. El amor está en el aire
Gregor y Anna estaban dentro del auto en silencio, la policía les había dejado ir por ser la primera infracción y con la promesa que no volvería a repetirse un altercado.
— Vamos, solo permíteme curarte.
— No hacía falta que compraras nada de esto ni que te preocuparas, ya lo haría yo en la casa.
— Quiero hacerlo yo, tú has estado conmigo, acompañándome y apoyándome.
— De acuerdo—, aceptó a regañadientes.
Con cuidado ella fue limpiando sus heridas, tenía una cortada en la ceja y una en el labio. Mientras limpiaba la primera, él esquivaba su mirada, así que se atrevió a preguntar: —¿Peleaste por mí?, ¿Por defenderme?
— Yo…
— Sabes que no tienes que hacerlo, debo superar lo ocurrido aceptándome primero yo para luego enfrentar a los demás. Estoy viva y debo aferrarme a ello, así les parezca deforme o un monstruo a los demás.
— No hables así de ti.
— Aún no vemos el resultado de esta nueva cirugía, debo permanecer con vendas y parecer una momia por unos días más, pero no quiero hacerme ex