Capítulo XXIX. La historia detrás de una serpiente en el paraíso.
Samary.
Mientras la intrusa era apartada miré a mi marido, que permanecía serio, y rígido, con la mandíbula apretada, y mirando a la persona que tenía delante de él.
Mis instintos me decían que la tía de Constantine, según nos había dicho esa mujer, que claramente me ignoraba, prestando toda su atención a mi marido, era claramente para molestar a Constantine.
Y bueno ya tomada mi decisión, sólo había que llevarla a cabo, así que adelantándome me puse delante de la sonriente víbora, que sólo miraba a mi marido, con una sonrisa llena de deseo.
- “¿Y usted es?”- dije colocándome entre mi marido y ella. Pareció que esa acción mía le molestó, porque frunció el ceño, mirándome, como queriendo analizar quien era ese ser tan molesto que le impedía llegar a su objetivo, mi hombre.
Hice que mi sonrisa se ampliara, y mi años de modelo hicieron su aparición, dejé que las expresiones de mi cara expresaran relajación y soberbia nivel arpía, como si la aparición de la pelirroja fuera un mal menor, q