Ana no lo interrumpió, se sentó a un lado y continuó con su trabajo. Tal vez porque la fuente de su preocupación estaba justo a su lado, ya no tenía que pensar si Lucas tendría algún contacto íntimo inapropiado con Silvia. Su estado emocional, originalmente muy agitado, se calmó sorprendentemente.
Poco a poco, Ana también se sumergió en su labor, y su eficiencia mejoró considerablemente.
Así, en un abrir y cerrar de ojos, llegó la hora de salir del trabajo. Ana miró su reloj y pensó que ya era hora. Se levantó y dirigió su mirada hacia Lucas, quien seguía durmiendo.
La manta sobre el hombre se había deslizado en algún momento, y en ese instante, parecía un niño dormido, sin defensas. Era completamente diferente de su actitud habitual, tan distante y altiva.
El semblante de Ana se suavizó un poco. Se inclinó para recoger la manta y despertar a Lucas, pero cuando su mirada cayó sobre su camisa, no pudo evitar detenerse.
En el cuello de la camisa del hombre había un cabello largo. Clarame