Capítulo 133
Al pensar que Ana López estaba siendo señalada y atacada por esas personas con las palabras más venenosas, el corazón de Lucío Hernández se sentía como si fuera cortado por un cuchillo. No podía soportar ver a una joven mujer sometida a tal tortura, ¡tenía que ayudarla!

Al ver que la gente de afuera no le prestaba atención, Lucío Hernández tomó una silla y la estrelló contra la puerta, pero la puerta no se movió ni un ápice, sin ningún indicio de que se fuera a abrir.

Frida Kahlo terminó sus asuntos y al regresar a casa, escuchó el ruido de Lucío Hernández rompiendo cosas en su habitación como un loco. Se sobresaltó pero se sintió aliviada y agradecida.

Al ver el comportamiento enloquecido de Lucío Hernández, supo cuán importante era esa despreciable mujer para él, y estaba convencida de que había tomado la decisión correcta.

—Lucío Hernández, no malgastes tus esfuerzos, no te dejaré salir.

—Mamá, no puedo dejar que Ana López, una mujer, cargue con toda la culpa. Si alguien cometió un
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