Teresa, una mujer con visión, fue distraída por Ana, quien la instó a limpiar el polvo de la habitación. Ambos niños eran alérgicos y la excesiva cantidad de polvo podría causarles tos y sarpullido.
Ana detuvo a Teresa, impidiéndole intervenir.
—Mamá, apenas has despertado hace poco. Yo me encargaré de todo, estará listo en un momento.
Ana comenzó a ordenar con eficiencia, no permitiendo que Teresa ayudara. Después de un rato, Javier y Jose salieron; a Jose, pese a que la casa era mucho más pequeña que la anterior, le agradó, ya que era el lugar donde Javier había crecido y estaba lleno de sus recuerdos de infancia.
Jose estaba satisfecho con la casa, sin considerarla insuficiente. Al salir, vieron a Ana ocupada limpiando, y los dos niños se acercaron rápidamente.
—Mami, déjanos ayudarte.
Los niños estaban preocupados, temiendo que Ana se cansara demasiado.
Ana, viendo sus caras, casi se ríe.
—No es para tanto, vayan a jugar un rato, ya casi termino.
—No, tememos que te canses. Déjanos