11| Recuerdos en la noche.
Analía caminó distraídamente por los corredores del palacio.
La noche ya había caído y, a través de las ventanas, se podían ver las luces de los faroles que alumbraban.
Agnaquela era una ciudad hermosa y grande.
Analía nunca había estado en una ciudad, y su primera visita a una era en una ciudad de hombres lobo.
Aquello la hizo sentir extraña.
Esta ciudad de hombres lobo ahora le pertenecía, ahora era la Luna de todos ellos, y aún no le quedaba claro qué era lo que tenía que hacer.
Cuando llegó a la habitación de Salem, el hombre estaba de pie junto a la ventana.
Tenía el cabello suelto y estaba sin camisa.
Su largo cabello llegaba hasta la mitad de su espalda; era abundante y ondulado.
Cuando la miró, sus ojos rojos centellearon, pero Analía entendía que no la miraba, solo había volteado su rostro hacia ella.
— ¿A qué huelo? — preguntó y Salem puso cara de confusión.
— ¿Qué?
— Dijiste que, como no podías ver, tus demás sentidos se agudizaron incluso más que los de un lobo