Domingo en la mañana, en las afueras de Atenas…
Es el último día del imprevisto fin de semana, en veinticuatro horas a las tres parejas les tocará toparse con la realidad. Ann y Demitrius saben lo que desean para su relación, solo les falta actuar para conseguirlo. Andreus está convencido de que puede conquistar a Dionela y hacerla ver que está listo para algo serio con ella. No obstante, hay dos personas que no saben por qué sucumbieron a los deseos carnales y pasaron gran parte del fin de semana teniendo sexo rudo y desenfrenado. Solo descansaron para asearse y alimentarse. Parecían estar en cerrados en una cárcel del placer.
En un cálido pueblo rodeado de vegetación y aire fresco, Celia y Alexander se olvidaron de sus compromisos y se quitaron las ganas contenidas por los mismos. Se supone que él tiene un encargo y entre ellos no es acostarse con una mujer que, según muchos, está obsesionada con Demitrius, su mejor amigo.
—Y ahora, ¿qué hacemos?
Pregunta ella, aún acostada en la