Nuestra última noche en Italia coincidió con el cierre del Festival de la Cosecha. Ya llevábamos casi dos horas en la fiesta, circulando entre puestos de comida, vinos locales y artesanías. El festival estaba aún más concurrido que la primera noche, con músicos tocando en cada esquina y jóvenes bailando en las calles de piedra.
Christian parecía completamente a gusto —más relajado de lo que jamás lo había visto en Brasil. Conversaba en italiano fluido con los lugareños, muchos de los cuales lo conocían desde niño, y me presentaba con un orgullo que no parecía fingido. Para la comunidad local, éramos solo una joven pareja enamorada, disfrutando la noche italiana.
"Tienes que probar esto", dijo, entregándome un pequeño vaso de un líquido dorado. "Licor de limón casero. La receta de Signora Ricci es legendaria por aquí."
Probé, sintiendo el calor del alcohol mezclado con la dulzura cítrica.
"¡Es delicioso!", exclamé, impresionada.
La señora mayor que nos había servido sonrió, diciendo al