El interior del jet era aún más impresionante de lo que había imaginado. El espacio de la cabina principal parecía más un apartamento lujoso volando a cuarenta mil pies de altura que un medio de transporte. Butacas de cuero crema se transformaban en camas con el toque de un botón, mesas de caoba pulida surgían de las paredes cuando era necesario, y las ventanas eran lo suficientemente grandes para proporcionar vistas espectaculares de las nubes que pasaban afuera.
Ginger estaba agitada y feliz, explorando cada centímetro del espacio disponible con la curiosidad natural de una cachorra. Sus pasos pequeños y torpes sobre la alfombra espesa creaban un sonido adorable mientras caminaba de una punta a otra de la cabina, ocasionalmente deteniéndose para oler algo interesante o intentar masticar un cable que definitivamente no debería estar al alcance de perros.
"¿Alguien quiere jugar cartas?"