"¿Y qué hiciste?", Bianca preguntó, inclinándose ligeramente sobre la mesa pequeña del pub, sus ojos oscuros llenos de curiosidad y preocupación.
Estábamos sentadas en The George Inn, un pub tradicional en Southwark que Bianca había elegido por ser "auténticamente británico", como había dicho. El ambiente era exactamente lo que se esperaría de un pub londinense clásico: vigas de madera oscura en el techo, mesas desgastadas por el tiempo, y el ruido constante de conversaciones mezcladas con el sonido de vasos chocando y risas ocasionales. Nuestros platos de fish and chips todavía humeaban en la mesa, junto con dos pintas de cerveza fuerte que había pedido, necesitando urgentemente algo para amortiguar la ansiedad que se había instalado en mi pecho desde la conversación en la casa de Notting Hill.
"¡Mentí!", respondí con más fu