Corrí. Sin destino, sin dirección, solo para alejarme de esa escena. Para alejarme de él.
La imagen de Christian y Francesca en el bar, tan cerca, sus labios casi tocándose, quemaba en mi mente como un hierro al rojo vivo. "No te preocupes. Todo terminó", había dicho antes de salir. Ahora entendía lo que esas palabras realmente significaban.
No debería importarme. Era un acuerdo, solo un acuerdo. Christian Bellucci no me debía fidelidad, no me debía nada más que lo que habíamos pactado. Entonces, ¿por qué mi pecho dolía como si hubiera recibido un golpe? ¿Por qué mi visión estaba borrosa por las lágrimas que insistían en caer?
Mis pasos me llevaron por los jardines, después por los viñedos, la luz de la luna iluminando mi camino entre las hileras de parras. El vestido azul que parecía tan perfecto horas atrás ahora se enredaba entre mis rodillas, obstaculizando mi escape. No es que importara hacia dónde me dirigía. No había dónde huir de mí misma, de mis propias emociones traicioneras