Llegué a Le Bernardin a las siete veinticinco, cinco minutos antes de la hora acordada. La puntualidad era importante en encuentros de negocios. Esto no era una cita, por supuesto. Era una reunión de trabajo. Una reunión estrictamente profesional para discutir estrategias corporativas con inversionistas franceses.
Elegí un vestido azul marino que cubría todo lo que necesitaba ser cubierto, tacones medianos para mantener la formalidad sin parecer que estaba tratando de impresionar a nadie, y un blazer que dejaba claro que estaba ahí para trabajar. Cabello recogido en un moño impecable, maquillaje mínimo, postura erguida.
Era una profesional. Una especialista en desarrollo de mercado. Nada más, nada menos.
El maître me guió hasta una mesa reservada en un área más privada del restaurante. Nathaniel aún no había llegado, lo que me dio tiempo para repasar mentalmen