Ellis miró intensamente a John, su propia rabia visible en su mirada. “Ah, ¿así que ahora estás echándome la culpa a mí? Fuiste tú quien decidió tomar este cargo sin siquiera discutirlo conmigo o con Donna. Si dependiera de mí, todavía estaríamos en Seattle, y tú seguirías trabajando como abogado en tu antigua firma, a punto de convertirte en socio”.
John sintió cómo su frustración aumentaba mientras respondía: “¿Y crees que esa vida era mejor? A duras penas podíamos pagar las facturas, y yo no estaba realizando mi potencial. Ahora tú, tú no estás siendo honesta”.
Ellis negó, con la cabeza, su voz firme. “No pongas la responsabilidad de esta situación en mí. Fuis