Capítulo 76
Fabiola caminaba ligeramente hasta llegar al lado de Benedicto, extendiendo la mano: —¿El documento?

Benedicto bajó la vista, observando los dedos delgados y pálidos frente a él, no pudo evitar extender la mano y, como quien acaricia a un gato, rasguñó suavemente: —Está en el coche.

—Oh —la palma de Fabiola se sentía cosquilleante, pero no se resistía, sonreía y continuaba preguntando. —¿Cómo es tu subordinado?

—Una nariz, dos ojos, una boca.

Fabiola soltó una carcajada: —Hablando en serio, ¿y si lo confundo?

—No te confundirá —dijo Benedicto y le entregó las llaves a Fabiola. —Yo subiré primero, tú espera a que él llegue y luego subes.

—Está bien.

Fabiola asintió obedientemente, observando a Benedicto alejarse antes de sentarse en el coche, esperando pacientemente.

...

El ascensor se detuvo en el tercer piso, Benedicto avanzaba hacia el privado.

Su corazón estaba más tenso que nunca.

Se rió de sí mismo.

En el pasado, negociar negocios por cientos o miles de millones no lo ponía tan ne
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