Fabiola se quedó sorprendida y se acurrucó tiernamente contra el pecho de Benedicto, abrazándolo fuertemente y frotándose contra él: —Benedicto...
La tensión en el cuerpo de Benedicto se desvaneció por completo, y él, mordiéndose el diente, dijo: —Cariño, estás intentando matarme.
El viaje en coche duró media hora, pero solo un minuto después de llegar a la villa, Fabiola ya estaba bajo Benedicto en la cama.
Varias veces, cuando sus besos pasaban intensamente sobre sus labios, Fabiola pensaba en un volcán en erupción.
Ardiente e intenso, como su amor.
Ella extendió los brazos y abrazó el cuello de Benedicto.
Al día siguiente, afortunadamente era un día de descanso, por lo que pudo dormir hasta tarde.
Benedicto, por otro lado, parecía estar bien y se fue a trabajar temprano.
Después de dormir hasta la tarde, Fabiola finalmente tuvo la energía para levantarse. Llamó a Mario para preguntar dónde estaba Pedro.
—Está en la entrada del Hospital Victoria, esperando al director del hospital. H