Fabiola rió suavemente y negó con la cabeza: —¿A dónde va tu imaginación? Solo es un ejemplo. He estado casada con Benedicto por varios meses, y ya he conocido a su familia. Pero, por alguna razón, siempre tengo la sensación de que el Benedicto que conozco no es el verdadero él, sino el que él quiere mostrarme.
Patricia respondió: —Quizás, si pasas más tiempo con él, podrás entenderlo mejor.
—Tal vez —dijo Fabiola mientras se recogía el cabello casualmente. —Basta de hablar de esto, ¡bebamos!
Patricia levantó su copa de vino, a punto de chocarla con la de Fabiola, cuando su mirada se detuvo en el cuello de Fabiola: —¿Qué pasó con tu cuello?
No parecían marcas de besos, más bien como si alguien la hubiera estrangulado.
Fabiola también lo recordó y volvió a soltar su cabello: —No es nada.
—¡Benedicto te ha maltratado! —exclamó Patricia, levantándose de un salto. —¡Lo voy a matar!
—Cálmate —la detuvo Fabiola. —No tiene nada que ver con Benedicto, fue Cedro.
—¡Entonces iré tras él! —dijo P