Mi respiración se atasca y mi corazón comienza a galopar de emoción.
—Te amo, Damián.
Ambos colgamos y me dejo caer sobre nuestra cama, agotada y con el sueño a punto de vencerme. Tomo su almohada, la cual tiene impregnado su olor y la abrazo haciéndome un ovillo, afuera están tres hombres de Damián armados, resguardan mi puerta, cierro los ojos sabiendo que he asegurado las ventanas, todo, y echándole un último vistazo al arma que descansa a mi lado, revisando también la navaja dentro de mis pantis a un costado cerca de la cadera.
Me pierdo en un profundo sueño hasta que despierto luego de un par de horas, abro los ojos de golpe y me pongo en alerta al ya no ver el arma, un escalofrío reco