Tony se quedó mirando a su madre, sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho. El color le iba y venía del rostro mientras buscaba las palabras correctas.
— Siéntate, amá —dijo finalmente, señalando el sofá— esto va a ser largo.
Guadalupe se sentó, sus manos apretaron su falda con nerviosismo.
— Me estás asustando, hijo.
Tony se pasó la mano por el pelo, respiró profundamente antes de comenzar a hablar.
— Es sobre Lupita, amá —su voz temblaba— hoy fui al hospital por los resultados de... de una prueba.
— ¿Qué prueba? —Guadalupe se inclinó hacia adelante— ¿Está enferma mi niña?
— No, no es eso —Tony se sentó junto a ella— Sarah... Sarah ha regresado, pidió una prueba de paternidad.
El silencio que siguió fue tan pesado que Tony podía escuchar su propio corazón latiendo.
— Y... —Guadalupe agarró la mano de su hijo— ¿Qué dicen esos resultados?
Tony cerró los ojos, las lágrimas amenazaron con salir de nuevo.
— Lupita no es mi hija biológica, amá.
Guadalupe soltó un sollozo, llevá