Cuando vuelvo a despertar, me encuentro con la cama vacía y fría. Se nota que Alex se despertó hace bastante, y probablemente esté trabajando. Me levanto a duras penas, viendo que son las nueve de la mañana y el clima afuera es horrible.
Está oscuro, llueve a cántaros y hace un frío de muerte. Me dan ganas de quedarme en la cama todo el día, y podría hacerlo, pero luego me sentiría bastante mal por no hacer nada.
Me dirijo a la cocina para tomar el desayuno, aunque en cuanto entro salto del susto y luego río al ver que la sombra que tanto miedo me dio, es Alex.
—Buen día, dormilona —dice sirviendo café en una taza y me dedica una sonrisa.
—¿No fuiste a trabajar? —pregunto acercándome a él.
—No, ¿tú viste cómo está el día? Además, ayer terminé la parte más importante, así que tampoco era muy necesario que fuera hoy —replica—. ¿Quieres café?
—No, creo que solo voy a tomar leche —contesto, abriendo la heladera. Él toma mi mano y me atrae hacia su cuerpo, esbozando una sonrisa traviesa.
—Y