CAPÍTULO 16. Una herida controlada

Connor sintió un nudo en la garganta en el momento en que vio a Virginia apretar el botón del ascensor para cerrar las puertas. ¡Era un imbécil! ¡Pero no por sus reglas sino por haber negado delante de Nigel Thomas que tenía algo con ella! Sabía que eso era lo que le había dado el paso abierto para seguirla acosando.

—Tú… ¡estás despedido! —gruñó Jacob Lieberman girándose hacia el hombre que seguía en el suelo—. ¡Recoge tu mugre y lárgate de este despacho!

—¡No pueden despedirme! —se envalentonó Nigel, señalando a Connor—. Él fue el que me agredió.

—Él estaba salvando a una muchacha de tu acoso sexual, y te garantizo que habrá más de un testigo de eso para declarar en un tribunal —lo amenazó Jacob—. &

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