Sin darse cuenta, era la segunda vez que Roy recibía el dinero mensual que Ko Acong y sus compañeros comerciantes le daban en las tiendas de la zona, y también era inusual que esa mañana lo vieran sentado con Vina en la sala principal del puesto juvenil.

"Tu capuchino está delicioso, Vin. ¿Alguna vez has trabajado o abierto un negocio de bebidas en tu pueblo?", lo elogió Roy tras tomar un sorbo del capuchino caliente preparado por Vina en la trastienda del puesto juvenil. En la trastienda no se diferenciaba en nada de una cocina con una estufa de gas, utensilios de cocina y un dispensador.

"No, hermano, quizás solíamos quedar con amigos de la escuela en casa de alguno de ellos durante las vacaciones. Allí preparábamos nuestra propia comida y bebida. El hermano Roy exagera demasiado con sus elogios; creo que el sabor es regular", dijo Vina.

"Bueno, en realidad el capuchino que preparaste está delicioso", dijo Roy, aún con la misma delicadeza que le había dado a la bebida preparada por