Al no recibir respuesta, Jenny se desesperaba cada vez más. No quería morir, necesitaba vivir. Por eso solo le quedaba sacrificar a Laura.
—¿Por qué no dicen nada? ¿Acaso no saben cómo es ella? Tengo fotos en mi teléfono, ¡dénmelo y se las muestro! —exclamó Jenny con urgencia. Era su última oportunidad y debía aprovecharla al máximo. Si no podía escapar, arrastraría a Laura con ella, y si lograba huir, ¡dejaría que Laura muriera allí, dos vidas de un golpe, solo pensarlo la emocionaba! En cualquier caso, si conseguían traer a Laura, podría asegurarse de su muerte. Con Laura muerta, todos sus problemas se resolverían automáticamente.
—¡Está bien! ¡Te daremos una oportunidad! ¡Desátenla! —finalmente alguien habló, y Jenny casi salta de alegría. ¡Por fin!
Rápidamente alguien le soltó las manos y ella, después de frotar sus muñecas, se quitó inmediatamente la venda de los ojos. Frente a ella había un grupo de hombres con uniformes idénticos. Parecían profesionales, no simples delincuentes.