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Sentada en un fabuloso banco de mármol nacarado en el gran vestíbulo, Enza observaba a Hamil montando en bicicleta por primera vez en su vida. Feliz, pedaleaba en todas direcciones, evitando cuidadosamente los obstáculos que resultaron ser valiosas obras de arte que debían valer una fortuna. Hubiera sido mejor que pudiera divertirse afuera, pero debido a los periodistas, Enza había encontrado esta solución de emergencia. Hamil tenía todo el espacio que deseaba en este espectacular vestíbulo, que casi tenía la superficie de la Casa Blanca. Casi se río de esta comparación.

Conmovida, Enza nunca había visto al niño tan lleno de alegría. Su emoción fue rápidamente reemplazada por una interrupción brusca de su respiración cuando levantó la vista hacia la escalera. El jeque bajaba las escaleras rápidamente, con la mirada fija en Hamil, quien se detuvo a su altura cuando terminó de descender.

— ¡Gracias por la bicicleta, tío!

Enza se enderezó en el banco, poco preparada para otro enfrentamie
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