Los golpes en la puerta se volvían cada vez más urgentes, al igual que el tono ansioso del timbre del teléfono en la mesa de centro.
Santiago tuvo que dejar el tenedor y levantarse para revisar el teléfono que sonaba sin parar.
Juliana no se quedó atrás y se levantó:
—Voy a abrir la puerta.
—No es