2.-

El hombre quedó petrificado a causa de la noticia, Anna Margarita llevaba con él veinte años laborales y desde que llegó a la empresa se comportó como toda una señora casada - porque ya lo estaba por supuesto - nunca había hablado acerca de su matrimonio, lo que él sabía era porque la secretaria de Administración era la amante de su esposo o lo fue, y le dijo a alguien donde se veían y como siempre había tenido interés en ella lo había investigado pero nada más por chismoso, ya que Margarita nunca le había dado un motivo acertado para acercarse más que ahora. Mientras esta  llora entre sus brazos, disfrutaba como un pervertido de su maravilloso olor a frutas, una mezcla dulce y cítrica que llenaba de vida sus fosas nasales y deleitaba sus papilas gustativas al solo pensar en tenerla para si mismo.

                                

< El marido es un enclenque – pensó >. Ya era hora de que se diera cuenta pero, como aún lo ama no puede ser tan obvio, proponiéndole nada. Eso quiere decir que necesita tiempo.

— Margarita ¿estás segura de querer eso? - ella lo miró con lágrimas aún en los ojos y asintió.

— ¡Sí, es lo que quiero! no puede ser posible que durante los veintitantos años de casados ese holgazán haya trabajado tres - Alejandro respiró profundo pero, hizo silencio — Todos los fines de semana se va de farra con sus amigotes y ¿quién se gana el dinero que él se gasta? ¡yo! la pendeja que le presta pero que no le paga y adicional a eso tengo que lavar la ropa con la que disfruta con sus zorras - el Jefe apretó los labios en actitud reprobatoria — Aparte de lo mal que me trata ¡ya no aguanto esta situación! - se percató de que había hablado más de la cuenta.

Su rostro se tornó de un rojo carmesí bastante escandaloso, lo cual encendió las alarmas de Alejandro ya que pensó que se estaba asfixiando.

— ¿Te encuentras bien, estás respirando? - ella tapó su rostro y afirmó con un movimiento de cabeza — ¿Y por qué cubres tu rostro? - preguntó ahora divertido.

— ¡Pues porque me siento una chismosa! perdone usted por favor es que, este día ha sido... ¡horrible! - sonrió. No se considera un hombre muy sensible pero, Anna Margarita le hace sentir las cosas de diferente manera.

La puerta de la oficina se abre con un ruido estruendoso e ingresa una despampanante rubia ojiazul como una exhalación demoníaca.

— ¿Ahora te tiras a la sucre? - expresa sonriendo ponzoñosa con los brazos cruzados — ¡Qué asco! - Alejandro respira profundo casi mordiendo su lengua al apretar la mandíbula con una fuerza elíptica.

En todas las historias donde la protagonista es una chica buena, inocente, desinteresada y humilde; hay personajes malvados que desean lo peor para ella y tratan de separarlas de los chicos buenos... Bueno aquí es la representación activa del demonio, aunque vestido elegantemente de mujer. Marina Uzcátegui es el ser más malo y perverso que puede existir en el mundo ¡ok, le siguen su madre y su hermano! que aunque no son tan maliciosos ya que la mente maestra es ella, son sus secuaces.

— Buen día Marina ¿en qué te ayudo? - pregunta amablemente aunque por dentro desea sacarla por un brazo de la oficina. Anna se separaba de Alejandro como si éste le quemara.

— ¿Pensé que desayunaríamos juntos? pero veo que estás ocupado con una de tus... chicas - puso expresión de asco y sonrió con hipocresía.

— ¿Ah sí? ¿y por qué pensarías eso? ¿lo de desayunar... digo? y Margarita es una señora respetable, eso quiere decir que no te admito ligerezas con ella - exclamó con toda la intención de molestarla. Anna mantenía la boca cerrada y la mirada en el piso.

— Pues porque tu padre lo dijo ayer y...

— A menos que sea un desayuno de negocios, mi padre no puede imponerme absolutamente nada. Te recuerdo que si tuvimos algo, ya se terminó Marina y la única razón por la cual tú y tu hermano trabajan aquí es precisamente la amistad que une a nuestros padres: no por mí - explicó con una tranquilidad única y que ni siquiera sabía que poseía.

— ¡Con permiso! - se disculpó Anna.

— ¿A dónde vas Margarita? - su voz salió demandante y fuerte. Anna se detuvo de inmediato, se sentía incómoda a causa de la situación.

— ¡Déjala que se vaya! de ese modo podemos conversar tu y yo - le dijo Marina como si nada.

— ¡No Marina! estoy ocupado con Margarita y necesito que regreses a tu puesto de trabajo si eres tan amable -  esto último lo dijo dejando notar la molestia en su voz. La rubia suspiró y sonrió apretando los puños pegados a sus costados.

— ¡Está bien, vuelvo luego! - y se encaminó hacia la puerta mirando de forma asesina a Anna y dando un portazo.

— No quise causar molestias a...

— No molestas Margarita, tu siempre has cuidado de mí y lo agradezco, ahora déjame ser tu apoyo en este momento duro para ti - su petición fue genuina, como ya dijimos Alejandro Del Toro no es todo sensibilidad pero, es un hombre justo y le otorga a cada quien el valor que tiene.

— ¡Gracias de nuevo Sr. Del Toro, pero como ya dije: no hay marcha atrás, me divorcio porque no deseo estar más a su lado! - le dijo ahora con más firmeza.

— Y yo te repito: quiero apoyarte - sonrió para darle ánimos.

Aunque sabe por su mala experiencia que no debe influir en este tipo de decisión, algo lo empuja insistir para estar a su lado. Anna sonrió nerviosa y asintió de nuevo para satisfacer su entusiasmo pero en el fondo se sentía aterrada de tener que continuar hacia adelante con su vida... sola.

— Sé que debo sonar un poco paranoica pero, no deseo molestar y mucho menos causar problemas con sus... amigas - explicó restregando sus manos en actitud nerviosa.

— Bueno debo aclararte que Marina está muy lejos de ser mi "amiga" en realidad ella, es el tipo de mujer que prefiero tener lejos para evitar problemas - expuso, para que ella lo entendiera mientras se encontraba recostado al escritorio cruzado de brazos y piernas.

No se consideraba un mujeriego, necesitaba mucho tiempo para lidiar con las empresas y los Concesionarios además de su hija que le exigía demasiado y la madre de su retoño a quien también mantenía. Y no tenía nada que ver con que tuviese una situación económica baja sino que en lo personal su tiempo era limitado. Por otro lado se encontraba el hecho de que sus padres eran mayores y él debía tomar el mando de toda la ruta Empresarial incluyendo la Inmobiliaria, pero era un hombre soltero y como tal, de vez en cuando necesitaba algo de compañía que prefería buscar en algún bar como un encuentro casual; y de ese modo, no llegar a intimar con nadie. No lo hacía todo el tiempo, sin embargo últimamente se había sentido más solo que en semanas anteriores, a sus cuarenta y siete años creía que ya era tiempo de casarse pero, no encontraba la mujer correcta. Su teléfono personal sonó y respondió sin mirar.

— ¿Hola? - contestó sin dejar de mirar a Anna, a quien le pidió un minuto para atender la llamada.

— ¿Papi? - era su hija — ¿Dónde estás? - fruncía el ceño intrigado.

— ¿Alejandra mi amor? me encuentro en la oficina ¿necesitas algo? - su asombro era evidente y Anna lo notó.

— Estoy bien papito, solo quiero almorzar contigo ¿Puedes? - se rascó la nuca.

— ¡Claro mi niña! ¿a dónde quieres ir? - pregunta destilando dulzura.

Alejandra Del Toro es su retoño, una hermosa chica que a sus diecisiete años ya se mostraba como  toda una hermosa, pero pequeña arpía con uñas y dientes afilados por su señora madre que era considerada una Hidra Venenosa y que además poseía mil cabezas, su "Capullo" como la llamara   cariñosamente es perversa y manipuladora como nadie y no obstante es una grosera. Sin embargo Alejandro respira profundo y con la paciencia que solo tenía para ella le dejaba pasar por debajo de la mesa las cosas mal hechas ya que según el psicólogo quien resultó ser el amante de su esposa por alrededor de diez años dice que sufrió mucho la pequeña con lo del divorcio.

— ¡Sorpréndeme papito! - se carcajeó, cosa que hizo sonreír a su padre, Anna pensó que se veía súper bueno con esa sonrisa ladeada seguida por la expresión de ternura, más desechó ese pensamiento al instante.

— Bien mi Capullo, te llamo a eso de las once y treinta ¿te parece? - informó.

— ¡Claro que si papi! te amo ¿puedo llevar a alguien?

— Siempre y cuando no sea tu madre... claro que sí.

— ¡Que gracioso! jajaja.

Se despidió de su hija y colgó el teléfono pidiéndole a Margarita que hiciera una reservación para cuatro en el Restaurante Ramón Freixa, es el restaurante de uno de los hoteles más exclusivos de Madrid Hotel Único. Es un espacio elegante que puede albergar hasta veinticinco comensales en sus siete espaciosas mesas, poseyendo un techo de espejos ornamentados, anidados entre dos candelabros, con vista a un mural de paisaje urbano. Éste exclusivo local es famoso por sus exquisiteces y sus salsas. Por su comida mediterránea y la especial atención de sus empleados.

Su asistente acatando la orden de inmediato quiso salir de la oficina ya que se sentía incomoda porque le parecía estar usurpando el lugar de alguien.

— Tu y yo no hemos terminado Margarita, puedes hacer la reservación desde este teléfono - quería poner los ojos en blanco, mas no lo hizo por respeto al jefe y porque ya estaba bastante mayorcita para eso.

— ¡Sí señor Del Toro! - se dirigió hasta el escritorio y por su altura tuvo que encorvarse un poco mostrando un poco de la parte trasera del muslo por debajo de la falda, Alejandro se deleitó observando su piel que aún se veía cremosa y cuidada, quería saber más de su pronto divorcio y si ella iba a llorar, él estaría ahí para consolarla. Por lo pronto, hoy era el momento de almorzar juntos en ese Restaurante que le encanta y que es muy cómodo.

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