Capitulo 2 El padre desaparecido

_ Familiar de Josué Mendoza -dijo en voz alta desde la puerta de la sala de espera dónde los familiares debían permanecer luego de iniciar la cirugía, para que todos escucharan.

Ya habían terminado de operar al niño, debía informar a sus padres sobre la recuperación del paciente.

_ Familiar de Josué Mendoza –no respondían al llamado- ¿Tal vez irían por un café? -igual nadie dejaría a un niño solo durante una cirugía.

Tenía sueño, se sentía agotada, no durmió bien durante la noche, preocupada por la fiebre de su hija, pero aun el trabajo no acabaría, olvido llamar a casa, para ver si Majo había comido, si le habían dado sus medicinas.

Aprovecho ese momento, mientras esperaba al familiar desaparecido que estaría en algún lugar del hospital, tomo su celular, marco el número de Duly, su prima, quién se encargaba de cuidar de María José mientras se encontraba en el hospital.

Había ganado el concurso para una beca en uno de los mejores hospitales de Maracaibo, Duly también la cuidaba cuando estaba de guardia en el hospital veinticuatro horas cada seis días, eran casi hermanas, amigas, cómplices.

_ ¡Hola Tía Tesorito! ¿Cómo está el día? ¿Majo cómo se siente? - pregunto rápido y en voz muy baja, no quería que la escucharan no podía usar su teléfono móvil dentro del quirófano, estaba prohibido, era una de esas reglas de las cuales no estuvo de acuerdo; sin embargo, la cumplía como todos los residentes, ya que podían perder tiempo y distraerse, casi siempre lo llevaba sin sonido, en el bolsillo de su pantalón por alguna emergencia, tenía una hija pequeña en casa.

_ Hola Nena, todo bien, no ha tenido más fiebre, ya comió lo que le preparaste, se despertó luego que saliste al hospital, estamos viendo tele. - dijo la tía tesorito, de forma resumida y rápida, calmando su corazón preocupado, porque sabía que eran pocos los segundos que tenía para dar la información sobre la niña a su madre.

_ ¡Excelente!, gracias, LAS AMO. - colgó la llamada, por suerte no tendría que preocuparse, confiaba en lo que su prima le decía.

Patricia sabía que si sucediera algo, Duly llamaría tres veces para alertarla, ese era su código, aun así, no era fácil cuidar y sanar a otros niños mientras tu hija estaba enferma en casa.

_ Esa es la vida de los galenos - dijo en voz baja la Doctora Nelly.

La jefa de quirófano, la había sorprendido usando el teléfono móvil.

¡Qué falla!

Ahora sí, una amonestación por desacato.

_ Doc. mi hija… la dejé con fiebre y estaba… -la interrumpió de inmediato.

_ No te preocupes Patty, sé, por experiencia propia, lo que significa para una madre dejar a su pequeño solo cuando necesita de nuestro cuidado.

¡Qué alivio… me salvo que también fuera madre!

La Doctora Nelly, era una cirujana pediátrica, encargada de todos los asuntos administrativos del departamento quirúrgico, ese día estaba muy callada, se veía triste.

_ ¿Se siente usted bien Doc.?

_ Nunca tenemos tiempo para cuidar de los nuestros, la factura es muy grande cuando los hijos crecen y nos culpan por haber crecido solos – dijo con voz melancólica.

Evidentemente estaba triste.

Quizás ella tenía más experiencia, era una mujer mayor, médico desde hacía más de treinta años, sus altos méritos la habían llevado a liderar el equipo quirúrgico de ese hospital.

_ Es cierto Doc., Majo apenas tenía cinco años cuando decidí iniciar esta aventura de especializarme, yo tenía dos años de graduada de médico, había pospuesto la especialidad por tantas razones, pensé que este era el momento.

_ Siempre habrá algo que posponer en esta vida de médicos.

_ Yo estaba sola, quebrada emocional y económicamente, pensé que solo serían tres años, que pasarían rápido, ¡y aquí estoy! - dijo, respirando profundo para agarrar ánimo, sonrió, todo cambiaba cuando lo hacía.

_ ¿Familiar de Josué Mendoza?

Había olvidado con tanta charla que ya el niño estaba en el área de recuperación, que debía cumplir su promesa: estar allí cuando abriera sus ojos.

Debía encontrar a su madre.

_ ¿FAMILIAR DEL NIÑO: JOSUÉ MENDOZA? – grito ya más impaciente.

Era imposible que no atendieran al llamado, qué irresponsabilidad, dejar a un pequeño en una sala de operaciones, no estar pendiente, ¿Qué madre dejaría a un hijo solo, bajo estas circunstancias? Se estaba irritando.

- FAMILIAR DE…

Vio correr a un hombre apuesto hacia ella, con una estatura muy alta, imagino que media algo más 1.89 cm, de tez trigueña, cabello negro muy oscuro con algunas trazas de color plateado, evidencia de que ya la melanina comenzaría a desaparecer en el resto de su cabello, lo que lo haría ver mucho más interesante, sus cejas muy pobladas, con unos ojos marrones claros casi color avellana, su cuerpo era perfectamente atlético, aparentaba tener… ¿Tal vez cuarenta años? -Era un Adonis-

_ Disculpe Doctora - dijo al verla mirando directo a sus ojos azules- ¿Es usted la anestesióloga de mi hijo: Josué Mendoza? - tenía un aspecto de un hombre preocupado, miró fijamente sus ojos, reflejaban tristeza.

Por alguna extraña razón se sintió intimidada por su mirada, ella estaba vestida con ropa de quirófano, toda de papel, material anti fluido, que servía para proteger su uniforme de tela color negro que llevaba debajo, con zapatos deportivos, también negros cubiertos iguales con cubre botas de papel, el gorro era de color celeste, así que combinaba con sus ojos que era lo único que aquel hombre podía ver, a través de sus gafas de protección.

_ ¿Es usted el familiar del niño Josué Mendoza? – acento con la cabeza, algo preocupado, el hombre apuesto.

_ Lo he llamado muchas veces, no ha respondido ¿dónde estaba? – el hombre solo la miraba

_ Yo estaba… - no le permitió terminar, estaba enojada

_ ¿Sabe usted que debe permanecer cerca?, para eso es la sala de espera dentro del quirófano, para que el familiar permanezca allí hasta salir el paciente de la cirugía, ¿no entiendo por qué usted se ausentó?.- dijo con voz alta casi regañando al hombre que apenas aparecía.

_ Disculpe nuevamente ¿Doctora? - quería saber su nombre, la interrogante la llevo a revelarlo de una forma natural, tal vez creería que era una forma de ser simpático, que ella olvidara que estaba ausente mientras lo llamaba.

_ Doctora Bruzual. –dijo algo cortante tratando de que notará su molestia.

_ Doctora Bruzual, mucho gusto - suspiro un poco más tranquilo. - Encantado de conocerla, tengo una excusa valedera por mi ausencia, pero no es el momento para decirla, ¿Ya mi hijo salió de su cirugía? ¿Está bien? ¿Cómo se encuentra?

Era lo que importaba en ese momento para aquel hombre que estaba preocupado y atormentado por saber de su pequeño, se acercó un poco más y dijo en voz muy baja.

_ Tengo problemas con los hospitales, no me gustan los médicos. – dijo con los ojos entreabiertos, como confiando un secreto.

_ Su hijo se encuentra ya en la sala de recuperación, está estable, despierto, la cirugía fue un éxito igual que la anestesia... Ah, y por suerte, soy doctora… Tampoco me gustan los médicos. - dijo de forma jovial, ya se le había bajado la molestia por no encontrar al familiar del niño, tal vez por la sorpresa de que era un papá muy atractivo.

_ En treinta minutos saldrá su hijo de la sala de recuperación - dijo apresurada, porque ya tenía bastante fuera del área de quirófano, la estaría buscando Erika para iniciar la próxima cirugía.

Él la miraba sorprendido, parecía que había encontrado todo lo que buscaba en una mujer: belleza, inteligencia y templanza, porque parecía muy fuerte de carácter.

_ Espero, no sé ausente nuevamente – le ordeno - el personal de enfermería le entregará a su hijo, para que lo acompañe hasta su habitación.

Dio la vuelta para retirarse, mientras escucho que el hombre apuesto trataba de explicar por qué se había ausentado.

_ No estaba lejos, atendía a mis otras dos hijas que están en la cafetería, esperando que su hermano sea operado, no las puedo dejar solas, trataba de darle de comer porque hemos pasado toda la mañana acá dentro del hospital y...

Ella se había alejado, sin prestarle atención a su explicación, quizá era una excusa perfecta, que ya no tenía valor igual, había dejado al niño solo sin explicación, podría haberle dicho a la enfermera que lo iba a hacer.

Patricia logro escucharlo, apenas a media voz le dijo:

_ Perfecto, pero no se vuelva a ir.

Fue lo único que se le ocurrió decir, mientras se alejaba, entendía perfectamente lo que era dejar a un hijo solo, era lo que le ocurría a Majo cada vez que ella salía a cuidar los hijos de alguien más.

_ La esperaré aquí Doctora Bruzual, muchas gracias. - la miró mientras se alejaba por el frío pasillo que la guiaba al cuarto donde la esperaba su hijo.

Surgen algunas incógnitas de este hombre tan atractivo: tenía tres hijos, dos niñas y un niño que era su paciente, ¿Serían más grande las niñas? ¿Dónde estaba su esposa o la madre de sus hijos? ¿Por qué estaba solo con sus tres niños allí? ¿Era casado? ¿Soltero? ¿Viudo? o, ¿Simplemente estaba junto a una mamá que no le importaban sus niños? Sería bueno volver a verlo para preguntárselo, para alimentar las ansías de entender lo que había pasado.

En este momento debía apurarse, quiso volver a la sala del quirófano dónde estaría el segundo niño esperando, antes fue a cumplir su promesa, paso por la habitación de recuperación post anestésica, donde van todos los pacientes, luego de terminar la cirugía, para recuperar por completo sus signos vitales, previniendo cualquier otra complicación, allí pasan una hora, para luego llevarlos a descansar en su habitación junto a sus familiares, luego se les dará el alta médica según su recuperación: los niños se recuperan muy rápido.

Encontró a Josué, aún dormido, tranquilo, bajo el efecto de los ansiolíticos y analgésicos que le administro durante la cirugía, para darle confort, relajado, sin dolor, se acercó dulcemente y le acaricio su cabello negro y ondulado, le dio un beso en su frente, él abrió sus ojos lentamente, entre dormido y despierto vio la figura de la Tía Patty.

_ ¡La mujer de mis sueños! - dijo con voz muy bajita, ella apenas lo escucho, se volvió a dormir.

_ Es un niño muy fuerte – escuchó la voz de Daniel.

_ Lo es, tiene una mirada muy dulce, pero llena de tristeza.

_ Debes apurarte, Erika te está buscando, le dije que estabas en el baño

_ Eres un amor, ¿lo sabias?

_ Sé que soy guapo, un galán, todas quieren conmigo, pero no te distraigas por mí, ve rápido antes que “Cruela” vuelva por ti. – dijo sonriendo. Ella tomó la cara del niño entre sus manos delgadas y le dio un beso en la frente para salir de allí.

Erika estaría impaciente, así que lo dejo en buenas manos junto al Doctor Daniel, que había estado todo el día en la sala de recuperación.

_ Cuídalo, por favor. - no sabía si era una orden o un ruego de una madre, la conexión con aquel niño fue casi inmediata, sus ojos reflejaban su dulce corazón y el anhelo de protección.

Llego hasta el quirófano tres, ya el paciente de dos años, estaba casi dormido, no le dio tiempo de contarle la historia de las hadas y los duendes, la doctora Erika había robado su segundo caso desplazándola por completo.

Se relajó, no pasaba nada, era tan buena como ella, y confiaba plenamente en su capacidad y conocimientos para dar anestesia. Solo que ella no dejaría pasar la oportunidad de hacerla quedar nuevamente mal frente al Doctor Granadillo, por haber desaparecido sin explicación, ¿Sabría que fué a visitar al niño anterior en la unidad post anestésica? ¿Y qué tardó esperando a que el padre apareciera? Pues no le diría nada. Total, ya el paciente estaba dormido, los cirujanos iniciaban con la magia, de extirpar poco a poco el sexto dedo de la mano derecha con el que había nacido este paciente.

Una polidactilia, nunca entendería, por qué los padres, se preocupan por este defecto congénito, y someten a los pequeños a una anestesia para que su hijo, sea igual que los otros niños y no se confunda al contar en la escuela, con los dedos de sus manos, si entendieran, que va a tener ventaja, pues tiene más dedos para usar, lo dejarían como Dios lo mando al mundo.

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