—No importa. Mientras no estés casada, tengo derecho a perseguirte. ¡Sabrina, tarde o temprano serás mi mujer!
Sabrina dejó de piedra.
«¡Tan rápido reveló su naturaleza!»
Sabrina empujó a Francisco, —Señor Herrera. El exceso de confianza no es bueno, ¡cuidado!
Francisco rio, —Sabrina. No creo que no sientas nada por mí. Si es así, ¿por qué te quedas a cuidarme y por qué lloraste tanto?
—No soy un animal de sangre fría, claro que tengo sentimientos. ¡Y te estoy agradecido por salvarme la vida y ayudarme a conseguir la Flor de hielo!
Sabrina se frotó los ojos enrojecidos por el llanto, —Lloro porque me conmueves. No pienses demasiado.
Francisco miró a los ojos de Sabrina, —Sabrina. ¡Estás mintiendo!
Cuanto más explicaba, menos creía Francisco lo que decía.
«Sus ojos la habían traicionado.»
Sabrina tuvo la sensación de que Francisco miraba a través de ella y se apresuró a apartar los ojos.
Se levantó y dio unos pasos hacia atrás, —Descansa. Voy a preparar la medicina.
Y Sabrin