Todavía no era de noche, pero las nubes se acumulaban en capas, presagiando una gran tormenta que se avecinaba.
Clara llegó a la villa suburbana y, antes de llegar, vio a muchos guardias apostados.
Luna tuvo la suerte de que, además de los hombres de la familia Suárez, también había parte de la familia López y de la familia Enríquez vigilándola.
Los tres grupos de poder habían rodeado la villa de tal manera que ni siquiera se podría haber colado un mosquito.
Lucas abrió la puerta del coche y Diego bajó cargando a Aurora.
A pesar de que Aurora era una chica muy independiente, Diego aún tenía la costumbre de cargarla.
—Jefe, señora, señorita. —dijo Lucas al ver a la familia.
Ellos sabían cuán difícil había sido el camino que habían recorrido, y ahora por fin parecía haber un rayo de esperanza.
—¿Cómo está Luna?
—Violeta está dentro y no nos deja entrar, pero...
Lucas hizo una pausa y continuó: —Parece que no lo está pasando nada bien, desde fuera se pueden oír los gritos, la señorita Vio