Daniel quedó totalmente al descubierto, sin ocultar ni un ápice de su arrogancia, destacando en contraste con la serenidad de Diego.
Se acercó paso a paso hacia Clara y extendió la mano hacia ella: —Cuñada, espero que lo pasemos bien en el futuro.
Ante su mirada maliciosa, Clara no le estrechó la mano y pasó junto a él para sostener al anciano: —Abuelo, te acompaño a tu habitación.
El anciano asintió y se levantó lentamente para regresar a su habitación. El mayordomo lo observó con resignación mientras se alejaba con su figura envejecida.
—Abuelo, ¿realmente vas a aceptar sus condiciones?
—Actualmente no tenemos noticias de Diego, y si lo que él dice es cierto, no tengo más opción que hacerlo. Pero no te preocupes, hace varios años ya transferí muchos activos e acciones importantes a Diego. Incluso si yo público su identidad como , todos esos activos están a nombre de Diego y él no puede transferirlos.
Respondió el anciano López, con una mirada calculadora. —Su única carta de triunfo e