Bajo el cerezo en el patio de la familia Pérez, se escondía la entrada a un pasadizo. Carlos entró en ella.
En una base subterránea en las afueras de la ciudad.
Carlos llevaba un traje negro y llevaba una máscara mientras puso sus huellas dactilares.
Descendió por una larga y oscura escalera, con un olor a humedad y descomposición en el aire.
Al cruzar esta puerta, se encontró en otro mundo por completo.
Una variedad de dispositivos mecánicos avanzados brillaban con una luz azul tenue, y robots se encontraban por todas partes.
En la entrada, ingresó su información y una voz mecánica fría sonó en su oído: —Verificación aprobada. Bienvenido, Leonardo.
Carlos avanzó rápidamente y de repente sintió algo presionando su cabeza.
Una voz de mujer resonó en su oído: —¿A dónde llevaste a ese viejo?
Bajo la máscara, el rostro de Carlos no mostró ni un ápice de la ternura que tenía ante Clara. Con seriedad, golpeó con el codo hacia atrás, y la mujer se apartó instintivamente.
En ese momento, Carlo