Diego siempre había sido una persona de sentimientos claros. Cuando odiaba a Clara, era frío y distante, pero ahora que realmente quería enmendar las cosas, ¿cómo podía hacer algo así a sus espaldas?
Al menos en este asunto, Clara no lo culpaba.
—Clari... —Diego la llamó.
Clara levantó su mano y gentilmente le limpió la sangre y le puso una curita.
—Vamos, los niños están esperando que cocines.
Diego bajó la mirada y se encontró con la mirada tierna de Clara, sintiéndose muy culpable.
Había tratado tan mal a Clara en el pasado, pero ella todavía estaba aquí hoy, sin guardias del pasado.
Los dos caminaron tomados de la mano de regreso a la habitación, a través de la nieve.
Diego cocinaba mientras los gemelos correteaban afuera, pero Aurora estaba quieta junto a Clara en ese momento.
Clara jugaba ajedrez con ella, y en la tranquila habitación solo se escuchaba el sonido de las piezas al caer en el tablero.
Aurora era sensible y tenía una mente clara, pero simplemente no podía hablar.
Dur