Clara se lavó y se sintió considerablemente más relajada. Su mente se aclaraba gradualmente y en su corazón ya había una determinación.
Cuando se volvió, vio a Diego muy ocupado.
Estaba tejiendo una cesta para peces. Antes de irse, había traído muchas galletas comprimidas, dos botellas de agua y algunas frutas.
Originalmente pensaba que podrían beber agua de manantial y recolectar frutas silvestres para seguir adelante lo más rápido posible.
Esta intensa lluvia y la inesperada llegada de Clara habían arruinado todos sus planes. Parecía que también habría lluvia mañana, así que Diego se apresuró a tejer la cesta para prepararse para pescar.
Clara no sabía cuándo se sentó en la cama de bambú que él había construido, y sus dos piernas blancas se balanceaban suavemente.
—¿No estás cansado? —preguntó Clara.
¿Cómo no iba a estar cansado? No había dormido en toda la noche y había estado ocupado todo el día. Además, el fuego al lado era insoportablemente caliente, su frente y su cuerpo estaban