Felipe finalmente volvió en sí, enojado:
—¡Clara! ¡Eres una loca!
—¡Tú eres el loco! ¡Te mataré!— respondió Clara, aprovechando su locura.
Felipe agarró fuertemente su brazo, con el rostro enrojecido de ira.
Ricardo intervino rápidamente:
—Señorita Rodríguez, cálmese, hablemos civilizadamente.
—¿Señorita Rodríguez? ¡Soy la emperatriz!— respondió Clara.
Ricardo apenas pudo contener su risa:
—Sí, eres la emperatriz.
—¡Él es mi guardaespaldas! ¿Por qué me dio veneno? ¡Ya entendí, quiere usurpar mi trono! ¡Traigan a alguien! ¡Quiero aniquilar a toda su familia!— exclamó Clara.
Ricardo se rascó la cabeza, intentando calmar a Clara:
—Esto, esto... esto no es veneno.
—¿No es veneno? Entonces, ¿por qué lo derramó y no me dejó beber?— preguntó Clara.
—Porque, porque... porque la medicina es demasiado amarga, él temía que su Majestad sufra—tartamudeó Ricardo.
—¿Oh? ¿Es así, guardaespaldas?— Clara levantó las cejas, mirando a Felipe.
Felipe, lleno de ira, se preguntaba cómo pud