CAPÍTULO CIENTO CINCUENTA Y TRES
Emily no dejaba de morderse las uñas. Su pierna derecha se movía inquietamente y no podía concentrarse con el ruido de la televisión, que era lo único que se escuchaba en la sala de espera.
Aiden y Alex se estaban demorando mucho, por lo que pensó en ir en su búsqueda, pero justo cuando ella no aguanto más y se puso de pie, vio a los hermanos Preston doblar por el pasillo.
Dio un suspiro largo y se volvió a sentar.
Cuando Aiden llegó a su lado, Emily de inmediato arrugó las cejas.
—¿A dónde fuiste? —lo increpó con un tono de voz ácido.
Aiden se puso al frente de su esposa y se inclinó con actitud dulzona. Luego le movió un mecho de su cabello y se lo puso detrás de su oreja.
—¿Estabas preocupada por mí, pequeña rosa?
—Si —contestó Emily sin ocultar sus sentimientos, pero ese enojo y nerviosismo que tenía en su vientre, luego cambio a un sentimiento inexplicable de compasión y ternura—. ¿Qué sucedió?
Aiden se irguió nuevamente y frunció sus ceja