Christian abre la puerta del auto para mí, estoy nerviosa, lo admito; él me pone muy nerviosa. Subo y lo veo cerrar mi puerta. Me quedo quieta en mi asiento esperando que él dé la vuelta para que pueda entrar en el asiento del piloto.
— ¿Lista? —me pregunta cuando ya se ha acomodado.
¿Lista? No.
—Sí. Claro—titubeo. Asiente e introduce la llave, enciende el motor, arrancamos para adentrarnos en la calle. ¿Sabrá ubicarse?
—Christian... ¿Sabes a dónde llegar? —le pregunto.
—Sí. Por eso llegué tarde, estaba siguiendo a Paola al restaurante par