Nos sentamos en la cama. Él evita mirarme, apoya los codos en sus rodillas y entrelaza las manos, fijando la vista en el suelo.
—Sobre nosotros... —comienzo, y noto cómo su cuerpo se tensa—. No estoy segura de esto.
—Podemos arreglarlo —dice, con la voz cargada de desesperación. No se atreve a mir