—Si querías que fuera el ángel en tu vida —su voz es un susurro desgarrado—, primero debiste crear un cielo para mí. Los ángeles no viven en el infierno, Alaric.
Sus palabras caen sobre mí como un golpe final, aplastando lo poco que quedaba de mí. La veo, como si estuviera frente a un reflejo de to