—Sí, lo sé —continuaba Alaric al teléfono, su tono frívolo—. Se ganó su muerte por meterse con lo que es mío. No tolero que saboteen mis negocios. Deshazte de él sin dejar rastros; tengo una reputación que proteger, y eso lo sabes.
Aisling se llevó una mano a la boca, conteniendo un jadeo. Nunca im