Capítulo 18. El peso de los secretos
—Emily, necesitamos hablar —comentó el doctor, guardando el teléfono en el bolsillo de su pantalón vaquero.
Crucé los brazos sobre mi pecho malhumorada. La verdad que no entendía que hacía ese hombre en la puerta de la casa de mi madre
—¿Hablar? ¿Sobre qué? Ya me diste el alta, no tienes nada más que decirme.
El doctor dio un paso hacia mí.
—Es sobre tu madre. Está muy preocupada por ti. Tienes que hacerle caso a sus consejos, es por tu bien.
—¿Mi madre te envió aquí?
—No exactamente. Vine por mi cuenta porque creo que hay cosas que necesitas saber.
Lo miré fijamente, tratando de decidir si debía escucharle o simplemente marcharme. Finalmente, la curiosidad me ganó.
—Está bien, habla.
—Tu madre está preocupada porque cree que no estás cuidando de ti misma. Ha notado que estás más delgada, que pareces más cansada. Y, francamente, estoy de acuerdo con ella. Como tu médico, tengo la responsabilidad de asegurarme de que estás bien.
—No es asunto tuyo.
—Tal vez no lo sea, pero me