Las lágrimas llenaron los ojos de Reese mientras hablaba, el peso de sus propios remordimientos y sueños rotos amenazando con desbordarla.
Bianca se había convertido en la familia que nunca tuvo.
Blake, en cambio, era como un sueño lejano, inalcanzable.
Aun así, deseaba la felicidad de ambos, las personas que más significaban para ella. Su propia felicidad se sentía como un pensamiento olvidado.
Blake la miró con los ojos abiertos, incrédulo. Abrió la boca para decir algo, pero la cerró de nuevo, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.
—Estás… estás pensando demasiado en esto —dijo por fin—. No puedo hacerla feliz ahora. Tal vez sin mí, su vida sería mejor. Solo soy… una carga. No la merezco.
Reese extendió la mano y tomó la suya, fría como el hielo.
—No digas eso, Blake —respondió con firmeza—. Recuperarse es mucho más que solo rehabilitación. Existen nuevos tratamientos, nuevas tecnologías.
Los ojos de Blake se abrieron con sorpresa.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, mostra