El conductor del sedán se detuvo con pesar al costado de la carretera cuando la luz del semáforo cambió a verde.
Nervioso, llamó a su jefe.
—Señor, la señorita Scott se escapó en el auto de otra mujer. Iban demasiado rápido, la perdí…
Diana no ocultó su molestia por haber sido seguida y dejó clara su indignación con un gesto grosero.
El hombre dudó un instante, pero decidió no quejarse y permaneció en silencio.
—Lo entiendo. No es necesario seguirla más —dijo Dave con calma.
—Sí, señor.
El Porsche continuó avanzando con suavidad por la carretera.
Diana mantuvo ambas manos en el volante y preguntó con naturalidad:
—Bianca, esa persona que nos seguía parecía estar tras de ti. ¿Quién era? ¿Por qué te seguían?
Pensando en Dave, Bianca respondió con cierta incomodidad:
—Podría ser mi novio…
—¿Qué? —Diana se sorprendió tanto que pisó el freno de golpe.
Bianca casi salió disparada hacia adelante, pero el cinturón de seguridad la mantuvo en su lugar.
—¡Bianca, ¿por qué nunca me dijiste que te