25. REGRESO A LA HACIENDA ORTEGA
En esa hacienda, no soy bienvenido por muchos. Ahora entiendo que no solo es la señora Enola quien me desprecia; También el antiguo capataz parece inconforme con mi llegada. Pero eso no me afecta. Conozco bien al viejo amargado al que voy a reemplazar, y debo coincidir con Iván Felipe: no es alguien en quien confiar.
—Esta sección de la casa es para el administrador —anuncia con voz áspera el hombre regordete—. El señor Ortega desea que lo acompañe a cenar.
—¿A su mesa? —pregunto, desconfiado—. ¿No debería comer en la cocina, como el resto del personal?
—Esas fueron sus órdenes. Nunca había sucedido antes —dice con un dejo de rencor.
Debe ser frustrante dedicarle años a algo y ver cómo llega otra persona a ocupar tu lugar, y fuera de eso es invitado a la mesa con la familia.
—Quiero conocer al personal mañana, temprano. Reúnelos antes de la jornada —ordeno, disfrutando el momento—. Puedes retirarte, Rodrigo.
—Como usted diga, patrón —responde, pero su expresión revela algo muy distint