Brad:

—Nunca he faltado a mis compromisos, soy un hombre de palabra —aseguré, caminando ahora hacia el vestier, mostrando la colección de trajes, calzados, bolsas, accesorios y ropa interior que había ahí, para ella.

—¿Cuándo trajiste todo esto? —interrogó ella, asombrada.

—Desde el instante, que aceptaste de palabra, el contrato matrimonial conmigo —declaré, con agrado.

—¿A qué te dedicas? —preguntó ella, de repente, sorprendiéndome con la pregunta…

—¿De veras, no sabes quién soy? —interpelé asombrado, mirándola a los ojos, con cierta incredulidad.

—¿Y por qué debo saberlo? —replicó ella, sin responder a la pregunta que le formulé.

—Porque me parece absurdo, que no hayas visto mi rostro en alguna publicación o medio o diario —aclaré, sin sacarla de dudas.

—¿Eso, significa, que eres muy famoso? —interrogó ella, entrecerrando sus hermosos ojos, fijando su mirada en mí.

»¡Eres muy guapo! Se ve que eres rico, educado, con clase, no así tu amigo. Has podido casarte con la mujer que desees