—No quedó ni uno vivo, dos equipos completos, veinticinco hombres muertos en diferentes lugares y de distintas formas, todos ellos con la misión de neutralizar al basilisco.
—El basilisco no los mató… Al menos no a todos, pero aún así no hay rastros suyos o de su cadáver, es como si se hubiese esfumado—respondió una voz femenina y melodiosa como el arrullo de campanillas contra el viento.
Ambos miraron a su alrededor, al bosque testigo del enfrentamiento de sus camaradas y aquella fuerza desconocida que los llevó a su final, a los cuerpos apilados de los hombres y mujeres que dieron la vida al servicio de su familia.
—¿Estás segura de esto?, ¿No deberíam