Roymer descansaba a un lado de Sarah con la respiración entrecortada.
-Felicitaciones querida, eres muy buena, tu cuerpo es delicioso.
-¡Basta de humillaciones, déjame en paz!
-No, no- chasqueó la lengua- no me hables así, cariño.
Sarah se giró dándole la espalda, en ese momento sonó su móvil, se giró para extender la mano por encima de Roymer y tomar el celular que estaba en la mesa, allí lo había dejado, antes de irse a comer con él, epro era tarde Roymer ya lo tenía en sus manos.
-¡Dámelo! – exigió
-No lo creo- contestó pero guardó silencio.
-¿Sarah?
-Hola, Zuloaga.
-Roymer. . . ponme a Sarah al teléfono.
-Quisiera, pero no será posible. . . nos interrumpiste, estábamos. . . ocupados.
-¡Thom!- gritó ella
-¡Cállate!- le amenazó Roymer.
-No la grites, no la lastimes o