9. Capitulo Final

 

Unos cuantos años después.

Luciano no se acostumbraba a la invasión de privacidad de su mujer, es que ella ya sabía que él llegaba a casa mucho antes de siquiera tocar a la puerta.

Dónde el estuviera ella lo observaba, sabía a dónde iba y con quien estaba. 

Digamos que es como un hobby para ella acosarlo a través de la red. 

Pero realmente no le importaba, ya no. 

Ahora estaba... Feliz de que su vida fuera más... Normal.

—¿Quieres que te lleve algo?— Hablo Luciano a la nada. Estaba caminando en un parque cerca de una pequeña pero lujosa residencia.  

A los pocos segundos, cuando mucho tres segundos después, recibió un mensaje.

— un helado de chocolate.

El sonrió y se desvío a una heladería. 

A veces más personas lo veían extraño por estar hablando solo. 

Es que el simplemente podía hablar con Alanna por mensajes de W******p o por notas de voz, pero no, él prefería hablar solo y ella le respondía por medio de un mensaje, eso se había convertido como en una costumbre para ellos, y es que a ella le gustaba si voz y ¿Quien era el para privarle de escucharlo?

Después de haberla hecho sufrir por su ausencia, se juro asi mismo jamás volver a lastimarla.

Habían comenzado de nuevo, desde cero bueno, el habían comenzado desde cero. 

Tenía una profesión si, pero era más bien una tapadera, pero ahora vivía de ella. 

Su vida de sicario quedó en el pasado, no más ¿Que ejemplo le daría a sus hijos? Ninguno.

—deme un helado de coco grande con doble ración de chispas de chocolate

Su teléfono vibró en sus manos — quiero maní no chocolate.

— que sea maní mejor

Recibió su cubo de helado de coco con lluvia doble de maní y fue a su casa. 

Realmente era un lugar tranquilo, en extremo. Y le agradaba. 

No se escuchaban gritos y lamentos de nadie. Los perros eran menos ruidosos que las personas. 

A veces dudaba que sus vecinos tuvieran alguna mascota. 

Aunque sus mascotas no eran ruidosas. 

¿Que tanto ruido podían hacer unos peces?... Exacto, ninguno.

Cuando llegó a casa lo primero que le recibió fue el frío acogedor, y es que había una habitación enorme para todos los aparatos habidos y por haber en tecnología que usaba Alanna para... Trabajar en la vida de los demás.

Esos equipos tenían que mantenerse con una temperatura justa. 

Y como a él le gustaba esa temperatura pues toda la casa se mantenía así.

Frunció el ceño al ver una pañalera en el mueble de la sala. 

Se acercó a la habitación inteligente, como él le decía y encontró a su su esposa, Alanna, de cabeza en una de las computadora y tecleando como si ni hubiera un mañana.

Pero lo que más le extraño fue verla sentada de una manera muy extraña en su silla giratoria.

¿Que rayos? — mi amor ¿Estás bien?

Alanna no le respondió. Y eso lo preocupo, vio su teléfono y no recibió respuesta ¿Que m****a? Es que cuando ella estaba molesta no le dirigía la palabra pero si le hablaba por mensajes, un poco extraño pero así fue como se acostumbraron.

Un gruñido por parte de Alanna lo alerto. —¿Que te pasa? — ella volteo a mirarlo casi como la chica del exorcista. 

—ve por el auto, ya programe los semáforos para no tener interrupciones mientras vamos al hospital.

—¿Que? ¿Porque?

—el bebé va a nacer

—¿Ya, ahora?— vio como salia de la silla sujetándose las caderas al tiempo que había las piernas por las contracciones que le llegaron en ese momento.

— si, ahora, busca el carro, y dame mi helado— le pidió su helado cuando vio que salia disparado con el cubo en las manos.

Poco tiempo después entro Luciano con la pañalera guindada y con el ceño fruncido tanto que parecía tener una ceja si seguía así. 

Pero no era que estaba molesto, estaba preocupado y no quería demostrar preocupación ante ella.

 El se caracterizaba por ser un hombre frio y calculador pero en ese momento su interior estaba revuelto. 

Se acercó a ella quien se estaba comiendo el helado y solo paraba de comer cuando una contracciones venía. 

Al ritmo de ella llegaron al carro que por cierto ya estaba encendido puesto que Alanna desde su computadora lo había encendido.

Ella llevaba toda la mañana con dolores pero estaba esperando a que su esposo llegara para ir al hospital. 

Todo estaba fríamente calculado.

— demonios— se quejo ella cuando estaban por llegar al hospital por el área de emergencia. Como pudo se quito las bragas y abrió las piernas subiendo más al tablero— no voy a llegar

— si, si llegas.. si lle...— no, no llegaba, Alanna pujo una vez, solo eso un un pequeño bulto salio de ella. Su bebé había nacido en su carro, llegando al hospital y había manchado el asiento de sangre. 

Pronto el llanto del bebé lleno el lugar. 

Gracias al cielo estaba bien.

Nada más llegar la llevaron a obstetricia para atenderlos como era debido. 

¿Que si estaba nervioso? Si, mucho, pero también. Estaba feliz.

Después de una vida tan terrible que tenía, nunca creyó que podía encontrar el amor puro e incondicional de una mujer como Alanna, pero ahí lo tenía acompañado ahora del nuevo integrante de la familia.

¿que más podía pedir? Lo tenía todo.

Una linda esposa, un matrimonio feliz y un bebé que les alegraría el resto de sus días...

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