A pesar de las Decisiones (serie reencuentro 4)
A pesar de las Decisiones (serie reencuentro 4)
Por: Eris MorningStar
Capítulo 1

“Querido diario”, ¿querido diario? suena muy cliché—borro, no, más bien mancho, por qué decidí escribir con bolígrafo rojo, sí, rojo. Mi color favorito en cabello, uñas y bolígrafo

Estimado diario—no, así no, ni que fueses un puto funcionario del gobierno—mancho nuevamente y pienso antes de comenzar, porque el terapeuta dijo que sería muy bueno para mi escribir lo acontecido día a día, la diferencia de este diario, es que yo le voy a contar mi historia pasada.

Pero primero he pensado en presentarme con mi querido nuevo amigo “el diario” al que llamaremos “Sebastián”, sí, he tenido la extraña, muy extraña idea de que yo tengo un ángel guardián desde que tengo uso de razón y lo llamé… ¡Adivinaron! Sebastián.

Día 01 Julio 2019

Empecemos con las presentaciones, Hola Sebastián, un gusto escribirte, soy Sammy Benson, si, Sammy, nada de Samanta o Samaria o Sam, tan solo Sammy, mi madre es una mujer muy interesada en la cultura oriental y decidió ponerle a su primer y única hija biológica por nombre Sammy, tengo 26 años y trabajo o más bien, trabajaba para un compañía que distribuye marcas de ropa y todo tipo de accesorios además de dar asesoría para publicidad, Fontaine Company, verdad que suena muy ¡acá!

Ahora estoy sentada bajo la sombra de un porche, en una mecedora que se ha vuelto mi amiga, y ahora contigo serían dos amigos, esto debe celebrarse con un baile ridículo, que no haré porque no tengo ánimos para eso.

Trabajé ahí por más de 4 años, el trabajo perfecto, un jefe que además de guapo, es muy humano, tenía un buen salario, tan bueno como para haberle comprado una casa a mi madre y que misteriosamente y según mis cuentas me faltaban 5 meses para cancelar y que de la noche a la mañana ya estaba pagada después que perdí mi trabajo o más bien, después de que renuncié.

No te quiero hablar de mi yo actual, mejor conoce a la Sammy de la antigüedad, esa que desde niña soñó con un príncipe azul y que ahora sólo sueña con dejar de sentir.

Nací en primavera cuando las flores están brotando, cuando vas al parque y escuchas a los pájaros cantar, nací en el tiempo donde las hormonas de los animales están a flor de piel, para que te voy a engañar con palabrería barata y absurda, creo que por eso era una romántica empedernida.

Culpo al clima por ello.

Te diría que estoy en esta situación por causa de un hombre, pero a decir verdad estos 4 meses me han aclarado mucho la mente. Quizás, él me dio el pequeño empujón, probablemente él fue quien puso la cereza en el pastel y muy ciertamente, él fue la última gota que derramó el vaso.

Vamos a empezar con el principio…

En el principio, Dios creo los cielos y la tierra… ¡no! espera, me fui demasiado al principio…

Querido Sebastián, retrocedamos a la primaria, yo, una chica regordeta con una enorme seguridad, fijó su vista en Carlos, el típico chico con piel clara y cachetes rosados, ojos claros cabello castaño, el niño guapo, del cual me enamoré, claro está que, alguien como él no se fijaría en una niña como yo. Lo poco que recuerdo porque voy a recalcar que apenas y recuerdo mi niñez, es que él se fijó en Jazmín, sí, la niña con nombre de una m*****a princesa de Disney. De esas niñas que necesitan que las rescaten.

Ahora entiendo por qué nunca me cayó bien la niñita esa.

— ¡Sammy! —Escucho a mi madre llamarme—es hora de tu comida

— ¡Voy ma! —dejo de escribir y bajo hasta la cocina

— ¿Cómo vas con tu diario? —pregunta mientas deja una ensalada de frutas.

—No empecé tan bien como quería, pero soy yo y eso es de esperarse.

—Es porque no eres una chica común—toma mi mano que posa sobre la mesa—siempre te he dicho lo especial que eres.

—Es porque soy tu hija y te costó mucho trabajo parirme.

Ambas nos echamos a reír y en momentos como estos es que me alegra tanto seguir luchando por mi vida.

—Iré a mi habitación a seguir contándole a Sebastián mi aburrida vida.

—¿Sebastián?—pregunta con algo de humor.

—Así llamé a esto—ajito el libro casi en blanco—todos merecemos un nombre madre.

—Ya te lo dije, eres muy especial.

—O una loca, tú eliges—subo las escaleras con mi Sebastián, y una taza llena de deliciosas frutas, con un toque de leche condensada sobre ellas. Amo que mamá me consienta.

Me siento en mi cama y procedo a escribir, me parece interesante recordar algunas cosas y compartirlas contigo misma. Es como estar sentada en un café con tu yo del pasado, mientras conversas sobre las cosas que hiciste, que pudiste hacer y que harás. En este caso, mi yo del pasado es Sebastián.

Antes de seguir, camino hasta llegar al buró al lado de mi cama, de la gaveta de este saco un casete, uno de los muchos que aún conservo, si, escuchaste bien, un casete, donde se encuentran grabadas músicas románticas viejitas, de esas que te encogen el corazón, con letras que te llegan tanto al centro de tu ser, que son capaces de hacerte creer nuevamente en el amor.

También tomo conmigo un viejo estéreo, una radio grabadora que mi padre conservo por muchos años a pesar de la evolución electrónica.

La marca S de Sony a penas se vislumbra, él solía cambiarle los parlantes cuando estos fallaban, no importaba la marca, todo que fuesen compatibles.

Es lo único que dejó después de irse, él, solo se fue.

Introduzco el casete y al darle play, suena una canción de Daniela Romo, Yo no te pido la Luna.

Me siento nuevamente y empiezo a escribir mientras canto pedazos de esa canción.

Y saber por dentro quien eres tú

Como un tatuaje vivo 

Impregnarme en tu ser 

No borrarme de ti

Dejemos a un lado la primaria y mi deprimente amor no correspondido, Carlos puede irse directo a la m****a. Además no es que me convenía mucho, trabaja en un Starbucks en caja y aún vive con su madre.

Está bien, yo igual vivo con mi madre pero por las circunstancias que pronto sabrás.

Siempre fui rellenita, pero siempre me habían importado muchas hectáreas de pepinos el estéreo tipo que la sociedad ha implementado y arraigado en la humanidad que por mucho que se esfuercen, carecen de alguna neurona que funcione al 100%

La publicidad barata puede ser muy influyente sumándole al hecho de que te rodean personas con el mismo pensamiento podrido.

Mi estatura en ese entonces era de 1.55 mi contextura no era 100% delgada, para ese tiempo era una adolescente muy bien desarrollada, con caderas y trasero, careciendo de un abdomen plano y enamorada de las cosas con grasas.

Yo no te pido la luna

Tan solo quiero amarte

Quiero ser esa locura

Que vibra muy dentro de ti…

Mi peso de 60 kg para mi estatura me hacía ver muy rellenita. Pero que más me daba, ser flaca nunca fue mi objetivo. Aun así, era muy flexible, aun lo soy.

Mi padre se fue de nuestras vidas cuando yo tenía 10 años, un golpe muy bajo, resulta que tenía dos vidas, dos familias, dos esposas y dos hijas.

La diferencia de edades con mi hermanastra es de apenas 1 año, su amante en ese entonces era una mujer un poco más joven que mi madre, a ambas las conoció casi al mismo tiempo, pero decidió casarse con mi madre.

Cuando al fin nos juntamos para conocernos, la tensión creció tanto que podía cortarse con cuchillo, Angélica, el nombre de la amante de mi padre, no hacía más que resaltar las cualidades de su hija Ángela (que creativos resultaron ser con el nombrecito de la chica quien me miraba por sobre su hombro). 

Mi madre por su parte, solo escuchaba mientras almorzábamos en un buen restaurante. Era una niña de apenas 13 años conociendo a su hermanastra de 12, a la amante de su padre y cenando una rica chuleta de pollo en salsa de hongos.

Llegamos a esta situación porque al enterarnos de la doble vida de papá, mi madre no pidió el divorcio, no pidió manutención y tampoco solicitó la mitad de los bienes que vienen junto al divorcio por infidelidad.

—¿No crees que es un plato demasiado fuerte para una niña de tu edad y tu…bueno contextura?—recuerdo que preguntó la esbelta Angélica mientras engullía una ensalada de espinaca.

Está en crecimiento que coma lo que quiera—respondió mamá con un deje de “vela por tu demacrada hija y deja la mía en paz”—al final nos dirás  ¿por qué esta reunión? —recuerdo verla sorber de su copa de vino mientras miraba con seguridad y dominio a mi padre.

—Bueno, las niñas deben conocerse y compartir juntas como hermanas.

—¿Y cómo pretendes hacer eso?

—Que dejes pasar las vacaciones de verano con nosotros a Sammy.

Recuerdo que vi a mamá con horror, yo solo imaginaba un infierno con esas dos parcas haciendo imposible mi existencia.

—No está en negociación—habló por fin mamá firme como una roca.

—Es mi hija

—Eso debiste pensar antes de formar otra familia con tu amante—mi padre no pudo decir nada en su defensa—no pondré a mi hija sola en casa de dos desconocidas que tienen más cabello que contextura en su cuerpo, y si sigues con esta estupidez, voy a enviar los papeles del divorcio y haré que te quiten hasta el último centavo que te queda. Sabes bien que fue buena idea poner eso como condición al casarnos. —triunfante mi madre se levantó junto conmigo tomándome de la mano y salimos como dos amazonas listas para la guerra.

¡Y qué guerra! mi querido Sebastián

ris, es el nombre de mi madre, ella trabajó duro hasta que me gradué, me esforcé por ganarme una beca en la universidad y me maté estudiando para mantenerla. Cubrí mis gastos con trabajos de medio tiempo.

Y no es que a mi padre le molestara que no le pidiéramos un centavo. Mamá prefirió sacarnos adelante a pesar de los desafíos que se nos pusieron en el camino.

Mamá vendió la casa, era demasiado grande para solo las dos, alquilamos un departamento pequeño pero cómodo.

Mi meta, era tener una casa para ambas. Una menos grande pero que fuese nuestra. Ese fue mi objetivo desde que entré a trabajar.

En su trabajo como enfermera pudo mantenerse hasta que yo misma pude hacerlo sola, alquilé un departamento cerca del de ella. Aun separadas, mi objetivo era el mismo: comprarle su casa a mamá y a mí.

Escucho que el casete cambia a otra canción, Como yo te amo de Raphael

Como yo te amo

Como yo te amo

Convéncete

Convéncete

Nadie te amará

Canto junto a Raphael mientras tomo un trozo de fresa y la llevo a mi boca.

Como yo te amo

Como yo te amo

Olvídate

Olvídate

—Sí, ¡olvídate pendejo!—grito.

—¡Si, pendejo!—grita, mi madre desde abajo, lo que me hace reír.

—¡Maaaaaaaa! ¡Ya no tengo fresas!

—Solo te comes las fresas, el objetivo es que te comas el resto de frutas

—¡Pero quiero más fresas!

—¡Hasta que no te acabes el resto de frutas!

—¡Mierda!—me quejo.

—Esa boca señorita.

—Es con la que me comí las fresas.

—Y luego te quejas de por qué no tenemos vecinos.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo