En la tarde, casi al anochecer, Estrella convocó a su equipo.
Héctor ya había descubierto sus patrones y determinó el momento preciso para ir antes de que terminaran su jornada laboral.
Estrella, Héctor y algunos de sus secuaces rastrearon a las dos personas hasta un taller de reparación de automóviles en ciudad Norte.
Uno de ellos era el que había intentado asesinar a Estrella.
Sin embargo, los dos hombres estaban charlando y riendo con otros trabajadores del taller, y aparentaban ser personas amigables y despreocupadas.
Solo por su juicio, nadie pensaría que eran despiadados asesinos a sueldo.
Como era de esperar, al disfrazarse hasta cierto punto, se engañaron a sí mismos, creyendo que eran personas normales.
En ese momento, ambos salieron del taller con los brazos enlazados.
Estrella agitó la mano de inmediato, y sus secuaces los siguieron de cerca.
En un callejón desierto, Estrella se adelantó hacia ellos.
Sus secuaces los rodearon.
Estrella jugueteó con la bola de cris