Capítulo 47
Al encontrarse con la mirada fría de Francisco, el corazón de Mónica se llenó de angustia. Estaba nerviosa, sin saber si él había descubierto algo.

—Francisco, ¿por qué... no dices nada? —preguntó Mónica, tirando suavemente de la manga de Francisco.

—Moni, te has pasado de la raya.

El rostro de Francisco no mostraba emoción alguna, pero sus palabras seguían siendo suaves, aunque su contenido heló la sangre de Mónica.

Sus lágrimas aumentaron mientras decía entre sollozos: —Sí, sé que todo es mi culpa, pero de verdad no lo hice a propósito. Solo quería ayudarte. La señorita Acosta, ella...

—Nuestros asuntos los resolveré yo —interrumpió Francisco nuevamente.

Esta vez, incluso la falsa ternura había desaparecido, dejando solo una advertencia, la última advertencia.

En el fondo, Francisco solo se amaba a sí mismo. Aunque Mónica era diferente, comparada con él mismo, no valía mucho.

Era la primera vez que Mónica se daba cuenta de esto. Siempre había creído que era lo más importante en el co
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